Premiando a la IA, el Nobel parece haberse convertido en un concurso de popularidad. Siempre lo ha sido
“Pero… A estos por qué les dan un premio Nobel de Física“. “¿En serio? ¡Esto ni siquiera es Fïsica!” “Ya puestos que les hubieran dado el de medicina por eso de las neuronas“. Estas han sido algunas de las reacciones ante la decisión de la Acafemia Sueca de las Ciencias de otorgar el Nobel de 2024 a John Hopfield y Georffrey Hinton “por descubrimientos fundacionales e invenciones que habilitan el aprendizaje automatizado con redes neurales artificiales”.
Todo hace pensar que la Academia se lo esperaba y desde el primer párrafo de la exposición de motivos explicaba que “con las redes neuronales artificiales, los límites de la física se extienden para albergar fenómenos como la vida y la computación”.
No ha servido de mucho. Diez segundos después de que los suecos dijeran que le daban el premio más prestigioso de las ciencias duras contemporáneas a un psicólogo cognitivo, empezaban las suspicacias. ¿Qué hacían los Nobels premiando esto? ¿Están subiéndose al carro de la actualidad para no quedar desfasados? ¿Se han convertido en un concurso de popularidad?
La respuesta a todas esas preguntas es la misma: evidentemente y no, no es de ahora.
El legado, el maldito legado… Un día de 1888, un periódico francés publicó que “[e]l Doctor Alfred Nobel, que se hizo rico encontrando formas de matar personas más rápido que nunca antes, murió ayer”. No era verdad: el que había muerto era Ludvig Nobel, su hermano. Pero el titular perseguiría a Alfred durante años.
Es verdad que había inventado la dinamita, pero la idea de pasar a la historia como un “señor de la guerra” o algo parecido le dejó fuera de juego.
A medio camino entre las alfombras rojas y los laboratorios, los Nobels han tenido un papel muy importante en en la visión que las sociedades contemporáneas tenían de la ciencia, el arte o los esfuerzos humanitarios. Pero no debemos engañarnos: los premios más prestigiosos del mundo han sido desde su nacimiento una gigantesca campaña de marqueting, de marca personal.
Y eso explica muchas cosas. Explica casi todo, de hecho. Explica que Nobel instituyera un premio de la Paz; pero también explica que se escogieran las tres ciencias que se escogieron (medicina, física y química): eran las que más expectación generaban a principios del siglo XX.
El único (pequeñísimo) problema es que el mundo ha cambiado mucho desde principios de siglo XX. En la Fundación Nobel lo saben desde hace años: aunque no es la única razón, es lo que hizo que se crearan algunos premios (el de Economía, por ejemplo) para competir con otros premios distintos que trataban de ser “el Nobel” de su disciplina.
Pero también ha forzado los límites del resto de premios.
Like a Rolling Stone. El mejor ejemplo de esto es el Nobel de literatura que, en 2016, se le concedió a Bob Dylan, pero no el único. En 2020, por irnos al ejemplo más cercano, el Nobel de Química fue a Emmanuelle Charpentier y Jennifer A. Doudna por CRISPR-Cas9.
Todos intuíamos que era un descubrimiento merecedor del Nobel (como el de las ondas gravitacionales que ganaron el de Física de 2017), la duda durante años fue qué Nobel sería: ¿Química o Medicina? En el fondo daba igual, pero el debate revelaba cosas importantes sobre cómo (en un mundo en el que el conocimiento era cada vez más especializado y diverso) las categorías oficiales no estaban en su mejor momento.
¿Qué ha pasado? Que el Nobel se convirtió en el gran reconocimiento científico y artístico del mundo. Y quiere seguir siéndolo.
Imagen | Sol Invicti
En Xataka | Por primera vez en 75 años, el Premio Nobel de Literatura se quedará sin entregar
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La noticia Premiando a la IA, el Nobel parece haberse convertido en un concurso de popularidad. Siempre lo ha sido fue publicada originalmente en Xataka por Javier Jiménez .
Fuente: Xataka