La conmoción por la denuncia contra Alberto Fernández mezcla tres componentes diferentes y graves: el penal, el ético y el político
La denuncia de Fabiola Yañez contra Alberto Fernández arrasa con todo. Las imágenes provocan una real conmoción social y en el arrastre de esa onda expansiva, se mezclan de manera inquietante temas de diferente magnitud que, claro, también constituyen la peor expresión del poder. Se suceden datos, chats, videos, mensajes, que van desde una imputación con posibles consecuencias penales hasta cuestiones éticas de otro calibre, además de cálculo político. Todo grave, sin dudas, pero con un foco central: la acusación a un ex presidente por violencia de género, física y psicológica.
En el plano estrictamente político, el cuadro generado por esa denuncia expone dos trazos gruesos que se cruzan: la necesidad de profundizar programas genuinos en este terreno como política de Estado -en lugar de negarlos y, peor, atacarlos, como hace buena parte del oficialismo- y el enorme daño causado por la hipocresía y la malversación del feminismo y de las políticas de género por parte del kirchnerismo.
Las reacciones entrecruzan declaraciones penosas, como intentos de uso, y algunas actitudes más medidas. Los cuidados surgieron a partir de cierta evaluación sobre la conveniencia de no aparecer aprovechando abiertamente un tema dramático, en el caso del oficialismo. Y se agregó el reflejo kirchnerista/peronista sobre los costos del silencio o de las salidas de compromiso, acompañadas de críticas a políticas específicas del Gobierno.
El problema mayor, a la hora de hacer cuentas sobre los costos, aparece para la oposición dura y algunas organizaciones feministas volcadas a operar partidariamente. Hubo en algunos casos enojo genuino y en otros, sorpresa sobreactuada y despegue del ex presidente, ya abandonado después del resultado electoral del año pasado y sobre todo, en el marco del golpe producido por el escándalo de los seguros.
Hubo, sí, un giro. La causa que investiga las operaciones de seguro con ministerios y diversos organismos públicos, que viene escalando desde fines del verano, había provocado algo así como un sentimiento de revancha en el kirchnerismo duro: no le perdonó nunca a Alberto Fernández el intento de diferenciarse de Cristina Fernández de Kirchner afirmando que nunca había sido salpicado por hechos de corrupción. Era casi como imaginarse en una platea, a pesar de los costos. Pero la denuncia de Fabiola Yañez cambió por completo el escenario. Y las reacciones tuvieron que ser explícitas.
En esa línea, sobresalió el mensaje de CFK. Sostuvo que este tipo de hechos, por supuesto, no se limita a ningún espacio político ni sector social. Lo condenó como expresiones “sórdidas y oscuras” de la condición humana. Pero no disimuló su intento político menor. Además de dedicarse a ella misma un párrafo de su mensaje, aprovechó para decir que Alberto Fernández “no fue un buen presidente”, como tampoco lo fueron otros de una lista “larga”: sólo mencionó a Mauricio Macri y Fernando de la Rúa. Un texto transparente.
Otro costado -llamativamente, sugerido por CKK hace poco más de dos años- tiene que ver con aspectos de la vida privada del ex presidente, pasibles de ser cuestionados desde el punto de vista ético y también por cuestiones relacionadas con el cargo que ocupó, incluso desde el punto de vista de la seguridad. Lo resumió la ex presidente con una frase sugestiva: “Cualquiera puede leer mi celular, no sé si todos pueden decir lo mismo”, desafió la entonces vicepresidente en un acto de homenaje a Perón, el 1° de julio del 2022. Nadie en su platea dudó en interpretarlo como un mensaje a Alberto Fernández por sus relaciones personales.
Ahora, aparecieron un par de videos que lo muestran con Tamara Pettinato en el despacho presidencial de la Casa Rosada. Por supuesto, el tema es potenciado por el paralelismo con la denuncia de Fabiola Yañez. Pero el punto, además de consideraciones sobre la imagen y el comportamiento de Alberto Fernández, sería la época. Es decir, si se produjo o no en plena cuarentena, violando las restricciones que le eran impuestas a toda la sociedad por decreto.
Por lo demás, puede sumarle más al deterioro del ex presidente en el terreno más amplio, incluido el de la credibilidad, algo que supera por mucho el caso de los referidos videos.
Alberto Fernández salió a negar de entrada la denuncia de su ex esposa. Las imágenes difundidas en los últimos días agravaron su panorama y volvieron a circular versiones acerca de su defensa. Hablarían de la intención de justificar algunos episodios en Olivos como actos para contener a su ex esposa. Por ahora, sólo añade oscuridades.
Todo el caso surgió como una derivación inesperada de la investigación sobre negociados con los seguros en el Estado, que se extendieron a lo largo de su gestión y que, en rigor, habrían comenzado a gestarse en el final de la campaña del 2019, cuando la fórmula del FdeT se encaminaba a ganar la elección general.
El tema en el plano mediático arrancó a fines de febrero y creció hasta transformase en escándalo al ser revelado el contenido de chats de María Cantero, secretaria de Alberto Fernández y esposa de Héctor Martínez Sosa, principal operador de las comisiones con seguros en áreas oficiales. Las gestiones involucran desde la jefatura de Gabinete hasta un conjunto de dependencias nacionales. Figuran en los mensajes Cancillería, Seguridad, Anses y -especialmente, por las cifras en juego- Gendarmería.
En la enorme cantidad de chats almacenados en el celular de Cantero, apareció el intercambio de mensajes -y el agregado de imágenes- con Fabiola Yañez. La historia a partir de allí es conocida: reserva inicial del juez y los pasos de la ex esposa de Alberto Fernández, que primero prefirió evitar la instancia judicial y luego decidió avanzar con la denuncia.
Se fueron combinando así diversos hilos de un entramado que expone el deterioro personal del ex presidente. En algún caso, como los videos en el despacho de la Casa Rosada, se verá si trasciende la línea legal. En otros, está claro el terreno penal, además de ético y, por supuesto, con impacto político. Los une el ruido, pero son elementos diferentes. Convendría no mezclarlos.
Fuente: InfoBae