Los deltas mediterráneos, el hábitat más frágil, lanzan un SOS por el cambio climático
Alicante (España), 7 abr (EFE).- Los deltas que aún perviven a orillas del mar Mediterráneo, considerados uno de los ecosistemas más frágiles, lanzan una llamada de socorro, un SOS ante las consecuencias que ya padecen por el imparable proceso del cambio climático.
Así se puso de manifiesto en la Jornada sobre los Deltas en el Mediterráneo organizada en la ciudad española de Alicante por Casa Mediterráneo con especialistas de Egipto, Túnez, Turquía, Italia y España, donde se destacó que los deltas de los ríos son «la punta de flecha» más débil circunscritas a los ecosistemas litorales frente al cambio climático.
También se advirtió de que lo que les ocurre a los deltas hoy, se extenderá al resto de las costas mediterráneas en un futuro próximo.
La elevación del nivel del mar unida a la reducción de los aportes de sedimentos, las continuas sequías como la de 2023, la llegada de especies invasoras y la calidad del agua de las bahías son algunos de los principales enemigos de estos hábitats que albergan una fauna y flora indispensable para la preservación de la biodiversidad en esta parte del planeta.
Los expertos coincidieron en que la problemática de los deltas es la misma, independientemente de si se hallan en la orilla norte o sur, con el denominador común de la presión urbanística, la disminución de aportes de sedimentos de los ríos y la falta de agua, por lo que apuestan por sentar unas bases conjuntas de actuación para prevenir futuros peligros.
La coordinadora del programa regional del Centro Mediterráneo de Cooperación-UICN (con sede en Málaga, sur de España), la italiana Carla Danelutti, lidera un programa que intenta coordinar las actuaciones trasnacionales, y destacó que los deltas son un ecosistema de altísimo valor tanto por sus características naturales como de biodiversidad, así como su capacidad para asumir dióxido de carbono (CO2) y para preservar los humedales.
Del delta del río Po, en la península itálica, Lino Tosini, de Deltamed, puso de manifiesto los problemas de salinidad y erosión de la costa ante lo cual aboga por mantener un caudal ecológico y nombrar un gestor institucional con poderes reales de intervención que pueda garantizar la distribución equitativa de los recursos hídricos a lo largo de toda la cuenca.
Del norte de África, Marzougui Abou, coordinador del Observatorio Mediterráneo del Agua de Túnez, alertó de la gran cantidad de contaminación que discurre por los cauces de los ríos y urgió a buscar soluciones a largo plazo.
Selmin Burak, de la Universidad de Estambul, explicó que Turquía cuenta con catorce deltas, cuatro de ellos en la parte mediterránea, y que las mayores amenazas son la extensión urbana, la proliferación de la agricultura y una gestión mal adaptada, por ejemplo, para secar zonas pantanosas para erradicar el paludismo cuando esa solución es totalmente errónea.
El turismo y las segundas residencias en una competición «de ver quién gana más dinero» son otros de los peligros de los deltas, a los que se suman la construcción de infraestructuras, sobre todo carreteras, y la masiva plantación de eucaliptos en perjuicio de las especies autóctonas, algo muy común en Turquía.
El delta del Ebro es uno de los ejemplos de mejor gestión en el Mediterráneo, ya que pese a que el río cuenta con grandes presas que reducen los aportes de sedimentos a la desembocadura, como la de Mequinenza y Ribarroja, se consiguió asegurar un caudal mínimo para que las repetidas sequías no repercutan demasiado.
Además, en el Ebro se aprobó un sistema de gestión integral de sedimentos de toda la cuenca con una inversión entre 2022 y 2027 de 11,9 millones de euros.
Fuente: InfoBae