“Lo tienen que llevar, se van a arrepentir”: el día que River rechazó a Tacuara Cardozo y la apuesta de los 100 dólares que lo convirtió en su verdugo
“Lo tienen que llevar, no se van a arrepentir”. Héctor Enrique, campeón del mundo con Argentina y River, estaba presenciando el triunfo de 12 de octubre por 4 a 0 contra Nacional en Paraguay. En el equipo derrotado, un delantero espigado, de 193 centímetros, esperaba en el banco de suplentes. Cuando ingresó en el complemento, Óscar Cardozo revolucionó el partido. Hizo dos goles y, sobre todo, hechizó al ex ayudante de campo de Diego Maradona, que empezó a hacer sonar los teléfonos en Argentina.
El primero fue el de José María Aguilar, entonces presidente de River Plate. “No, Negro, si lo traigo me matan”, fue la respuésta, según contó el propio ex volante. En ese entonces se trataba de un futbolista desconocido y la Banda no contaba con cupo para extranjero. Era un “tapado”, al que Enrique también sugirió en San Lorenzo y en Newell’s, que con Nery Pumpido como DT no dudó en invertir 1.500.000 dólares para quedarse con la ficha del jugador, que a mediados de 2006 tenía 23 años.
Lo curioso es que no había llegado a pagar ni un 10% de ese dinero cuando, en la segunda fecha del Apertura 2006, la Lepra visitó el Monumental. Y en aquel vibrante 3-3, Tacuara (apodo que le tomó prestado a la planta de bambú) anotó dos goles y deslumbró con su porte y potencia. Su primer tanto fue de cabeza, dejando estacado al arquero Germán Lux, hoy ayudante de campo de Martín Demichelis en el Millonario. El otro llegó tras un tiro libre desde 35 metros, aprovechando deficiencias en el armado de la barrera.
“En Paraguay era hincha de River”, sorprendió ante los micrófonos tras su faena, que derrumbó el cartelito de “locura” que Aguilar le había colgado a su posible llegada. De hecho, un año después, intentó comprárselo a los rosarinos. “Me reuní con el presidente de Newell’s por Cardozo. Quiero que me digan qué es lo que tiene que hacer River para contratar a ese excelente jugador”, dijo. “Trataremos de satisfacer al técnico (Daniel Passarella), pero a Ronaldinho no lo podemos traer”, bromeó.
Sin embargo, el desembarco no se pudo concretar. Eduardo López, aquel controvertido presidente del conjunto rojinegro, le comunicó a la dirigencia de Núñez que no pensaba “vender al fútbol local”. Ahora bien, ¿cómo reacción el punta, de simpatía infantil y juvenil por River, ante la certeza de que las chances de la operación se habían esfumado? “Creo que Pedro (Aldave, su representante) ni le dijo de las gestiones”, cuenta alguien que lo conoció de su paso por Argentina. ¿Acaso no leía los diarios o los portales, no miraba TV? “No, vivía encerrado en el hotel, en la suya”, completa la misma voz.
Para entenderlo, hay que bucear en el contexto de la historia. Una en la que el hoy experimentado delantero, al borde de los 41 años y vigente en Libertad de Paraguay, lo tendrá frente a frente por Copa Libertadores contra el River cuya casaca nunca consiguió lucir. Tacuara nació en Campo 9, la colonia agrícolo ganadera ubicada a 213 kilómetros de Asunción. Allí creció el punta, en un hogar humilde, a la vera de la ruta 7 Gaspar Rodríguez de Francia, hijo de papá Genaro y mamá Dolly, quien siguió atendiendo un supermercado incluso cuando el heredero futbolista se hallaba en el clímax de su trayectoria.
En Campo 9 todos se conocen: en el barrio San Blas, Óscar Cardozo era Tacuara, el flaco del remate fulminante que en 2003 debutó en 3 de Febrero de Ciudad del Este, que luego pasó a Nacional, de la capital, donde en tres temporadas metió 29 goles en 63 partidos. No importaba su personalidad introvertida, que hablaba poco y nada, su gusto por volver a su lugar en el mundo. Hacía goles, una virtud que no abunda.
Newell’s se la jugó por él y su carrera despegó, aunque la adaptación tuvo sus bemoles. Es que Tacuara aterrizó con apenas un bolsito de mano, prácticamente sin ropa. Se hospedó en el hotel Holiday Inn deRosario. La intención de que se mantuviera allí, con pensión completa, fue que “comiera bien”. Ante el problema de la indumentaria, su agente le propuso un reto: por cada gol que convirtiera, le prometió 100 dólares. Terminaron siendo 21 goles en 33 encuentros con la rojinegra entre 2006 y 2007.
Con el producido de sus primeras conquistas lo llevaron a comprar ropa a la intersección de las calles Mitre y La Rioja. Y se gastó hasta el último billete. Al poco tiempo, la empresa que lo representaba le consiguió un canje con una primera marca. Nunca había visto tanta ropa junta. Tal era su asombro que, en lugar de guardarla en el placard de su habitación, la ordenó contra la pared; primero las cajas de zapatillas, luego remeras y pantalones. Y se quedaba varios minutos contemplando la prueba de que su vida había cambiado.
Con Santiago Salcedo como puente, comenzó a relacionarse más con la gente, aunque por su carácter retraído le costaba aceptar el cariño de los fanáticos, la reacción que causaban sus goles. Francisco Culasso, entonces parte del staff de Aldave y hoy representante de futbolistas de la talla de Nahuel Guzmán y Cristian Ansaldi, lo había adoptado junto a su esposa, y lo llevaban a comer uno de sus platos preferidos: pescado.
Pero había situaciones que en la gran ciudad lo asustaban. Por caso, en una oportunidad Eduardo López lo había instado a firmar una modificación en su contrato, sin la presencia de sus representantes. En consecuencia, Cardozo se encerró en la habitación del hotel y no quería salir. Tuvo que apersonarse Culasso, entrada la noche, para calmarlo y explicarle que no tenía por qué firmar nada.
Tacuara añoraba costumbres de Campo 9, por ejemplo, el caldo con gallina de la chacra en la que vivía: “De gallina paraguayita, no curepí”. Antes de aquella exitosa visita de Newell’s al Monumental, su apoderado le propuso una nueva apuesta: si anotaba dos goles, le haría traer en micro, dentro de dos cajitas de cartón, las “gallinas paraguayitas” para su caldo. Claro, no contaba con que Tacuara firmara un doblete en el 3-3 final. Para calmarlo ante los reclamos por el premio, lo fueron “engañando” con que las gallinas ya estaban en camino, primero en un autobús, luego en un camión; ambos imaginarios.
Después, el trampolín. Los 10 millones de euros que pagó el Benfica por su ficha. Los 172 goles en 293 partidos en el club portugués, que lo erigieron como máximo goleador extranjero de la institución en la que brillara Eusebio, al punto de ganarse su propia canción. «Tengan cuidado, él es peligroso, él es Óscar Tacuara Cardozo», era el hit que atronaba cuando su remate furibundo tenía destino de red, o cuando hacía pesar su altura en la pelota parada.
Trabzonspor de Turquía y Olympiakos de Grecia fueron sus otras dos escalas europeas. Resultó dos veces nombrado como mejor futbolista paraguayo del año en 2006 y 2009. En su selección fue parte de la gesta del equipo de Gerardo Martino en Sudáfrica 2010, donde el conjunto guaraní alcanzó los cuartos de final. Al regreso, en Campo 9, lo esperaron 6.000 vecinos para homenajearlo.
Desde 2017 aporta su poder de fuego en Libertad, ya veterano, pero no menos peligroso, al punto que en noviembre de 2023 fue convocado nuevamente a su selección por Dani Garnero. Este miércoles, por el Grpo H de la Libertadores, volverá a tener enfrente a River, el club que despertaba sus sentimientos juveniles. Aquel que no se animó a contratarlo cuando era un diamante en bruto, taciturno, austero en cuanto a las palabras, pero con un voraz apetito de gloria.
Fuente: InfoBae