De los granos a la FLOR: Andrea, la empresaria del agro que empodera a otras mujeres para ser líderes
Es bisnieta de las primeras generaciones de gauchos judíos que llegaron al país: su bisabuelo. Abraham Grobocopatel, llegó desde Moldavia, parte del imperio ruso, a comienzos de siglo 20 y junto a su hijo Bernardo, de apenas 9 años, se instalaron en una colonia agrícola para rusos judíos: Colonia Hirsch. En la valija, además de ropa, dicen, trajo unas semillas de girasol que después crecieron en estas tierras.
El legado de productores rurales pasó de Bernardo a sus hijos Adolfo, Jorge y Samuel. Y de Adolfo, casado con Edith Feler, a sus cuatro hijos: Gustavo, muy conocido por todos, Andrea, Gabriela y Matilde.
Es así que Andrea Grobocopatel, la protagonista de esta semana en la serie de podcasts ELLAS, se crió en Carlos Casares y recuerda cómo aquellos años forjaron la mujer que es hoy: “Una infancia muy linda, con amigos, primos, familia y mucho amor”.
En la Facultad estudió Economía y después Administración de Empresas Agropecuarias. Cuando tenía apenas unos 20 años, junto con su padre y Gustavo pusieron los cimientos de Los Grobo, una empresa que tres décadas más tarde trascendió fronteras y se convirtió en modelo agroempresarial en la región.
En 1988 se casó con su gran compañero, Walter Torchio. Un año después nació su primera hija, Agustina con una discapacidad que obligó a entender la vida de una manera diferente. “Aprendo mucho de Agus, su resiliencia, su capacidad para no claudicar”, dice Andrea. Después vinieron Delfina y los mellizos Paulina y Luciano.
En 2012 fundó FLOR, la Fundación por Liderazgos y Organizaciones Responsables, que busca instalar en la agenda de empresas, entidades púbicas y medios el tema de la diversidad y la inclusión, entre otras cosas.
En 2014 escribió y publicó un libro, “Pasión por hacer”, en el que cuenta parte de la historia familiar y su evolución como empresaria de manera muy amena, con apuntes de amigos, familiares y colegas.
En 2016, vendió sus acciones en Los Grobo para dedicarse de lleno a la fundación, al negocio agropecuario que tienen con su esposo y sus hijos, y a tratar de hacer algo por la sociedad.
– Naciste y te criaste en Carlos Casares, una ciudad de 22.000 habitantes, bien rural. ¿Qué recordás de aquellas épocas?
– Linda. Con mucho cariño. Recuerdo los juegos, la soga, las payanas, la escondida, esos juegos donde estábamos pasando tiempo con los amigos, con los primos, la familia. Y las tardes de pileta. ¡Me acuerdo de tomar mate de leche! La verdad que fue una linda infancia, en la que nos despertaban con un beso, te acostaban a dormir con mucho cariño. Eso es lo que más tengo el recuerdo. El amor también se demostraba con comidas ricas. Mi mamá nos esperaba con buenas comidas, churros hacía a la tarde. Y también me acuerdo mucho que no había gimnasio, entonces las actividades que había en el pueblo ahí estábamos. Porque mi mamá se encargaba de complementar las cuatro horas de la escuela pública con otras actividades entonces iba a danzas clásicas, declamación… Todo eso es lo que me moldeó a lo que soy hoy. Tiene mucho de esos cimientos.
– Si cerrás los ojos, ¿qué te acordás del campo en tu infancia? Olores, colores, sabores…
– En nuestro caso, nacimos con los rollos de pasto. Ese olor a rollo de pasto es algo que no nos olvidamos nunca. Tengo una hermana que pinta y pinta pasto. Ese olor a hierba cortada te queda grabado a fuego. Después también los colores. A mí me gusta mucho el amarillo, el naranja, los colores de la tierra. Y ni hablar el olor del caballo y la hacienda. Todos olores muy típicos y que te quedan para toda la vida.
– Pero cuando llegó el momento de estudiar en la universidad no elegiste agronomía, que bien podría haber sido una opción..
– Mirá, yo fui educada en una estructura muy patriarcal. Hasta yo siento hoy que entonces estaba estereotipada con eso de que el campo era para los hombres y para mí era la administración. Si me preguntaban cuando era chica yo decía siempre que iba a ser “la secretaria de mi papá”. Tenía claro que me gustaba la oficina, lo empresarial. En ese momento pensaba que lo ideal era ser contadora, administradora de empresas, para estar en la empresa familiar. Después me gustó mucho la economía y terminé siendo economista. Mientras tanto empezaban los cimientos de Los Grobo. Entonces me volví y me sumé a esa empresa siendo licenciada en economía. Y te digo que ha sido un gran aprendizaje estar en la empresa familiar.
– Después de la facu te casaste y con veintitantos nació tu primera hija, con una discapacidad, y luego tres más. ¿Cómo fue esa experiencia de maternar?
– Muchas veces reflexiono sobre eso. Yo creo que pude ser mamá de cuatro hijos y trabajar muchísimo, porque ojo, ni siquiera era como ahora que tenés horarios más definidos, imagínate que estaba empezando la empresa, había que estar cuando se necesitaba a cualquier hora y cualquier día. No había tanto equilibrio entre lo personal ni lo profesional. Pero tuve la suerte de estar en esta comunidad pequeña: el colegio a dos cuadras, la oficina a la vuelta, mis padres al lado, mis suegros… tenía toda una red de contención que no hubiera tenido en Buenos Aires. Entonces, yo creo que pude maternar gracias a donde estaba y el entorno. Tener un buen compañero por supuesto ayudó también. Y lo de Agus, mi primer hija con una discapacidad, nos obligó a dar un extra. Con viajes permanentes a Buenos Aires para los tratamientos y todo eso. Lo más importante que quiero decir es que se puede. Yo escucho muchas chicas que se van al interior porque es mejor para ser mamás y construir una familia, y creo que es cierto. Las grandes ciudades son más difíciles.
– Hablemos del legado que recibiste de tus padres: hay una anécdota de que cuando tuvieron que costear los tratamientos de tu hija, les dijo que si vendían el auto y compraban un camión, él compraba el acoplado para ponerlo a trabajar. ¿Qué aprendiste de esa experiencia?
– Mi papá siempre ha sido muy generoso, pero nos enseñaba a ganarnos eso que nos daba. Por entonces mi marido tenía un buen auto y le propuso a mi padre venderlo y comprar un camión a medias. Yo estaba en Buenos Aires con tratamientos de Agustina, y cuando quería ir a vernos a veces se iba en el camión. Aprendimos mucho. Fuimos bien educados. Nos tuvimos que ganar lo que tenemos.
– Uno aprende cosas de los hijos y aprende a ser padre siéndolo. ¿Qué aprendiste de Agustina, de su discapacidad y cómo llevarla tanto vos como ella?
– Agus es una chica maravillosa en el sentido que ella misma se va desafiando y creo que algo vio de cómo también nosotros lo tomamos porque en las primeras consultas que hicimos los médicos nos decían que no iba a caminar. Y nosotros veíamos la dificultad pero nos desafiábamos para que ella camine de alguna manera. Desafiábamos a los médicos. Con ese mismo esquema de pensamiento, ella nos muestra hoy que cuando le decís que no puede igual lo quiere hacer. Hoy vive sola, un tema importante para nosotros, los papás, la independencia de un hijo con discapacidad. El otro día viajó a Buenos Aires manejando ella, con unas amigas, desde Carlos Casares y te juro que no pude relajarme hasta que me dijo que había llegado. Es parte de la construcción de la independencia que los padres tenemos que acompañar. Esa resiliencia, ese desafío constante, una admiración profunda por ella, todo el tiempo tratando de ponerle pilas para pasarla bien. Y todo en un contexto de su tratamiento. Atender sus dificultades pero también disfrutar la vida. Hoy tiene 34 años ya.
– Viviste la empresa familiar siendo hija y hermana, y ahora esposa y madre…¿Qué cosas de una empresa familiar creés que deberían mantenerse cuando la empresa crece y se expande y qué cosas no?
– A mí me parece que hay valores que tienen que perdurar en el tiempo. Me gusta pensar en valores fundamentales que son parte de la historia, el legado. Un tema fundamental de las empresas familiares es poder estar cerca de las personas, compartiendo el tiempo, escuchando a la gente. El cuidado de las personas, del ambiente de trabajo. Y mucho el enfoque del largo plazo. Las empresas familiares tienden a perdurar en el tiempo, más si tienen tu nombre. Flexibilidad y adaptabilidad es importante en las empresas familiares. A veces las grandes corporaciones tienen estructuras más rígidas y les cuesta más adaptarse.
UNA FLOR ENTRE LOS LOTES
– En la introducción del libro “Pasión por hacer”, hablás de “empezar un camino pensando en hacer cosas por la sociedad, brindarte por lo social”. Así, en 2012 pusiste en marcha FLOR. Contame de esta etapa en tu vida y ¿qué desafíos se plantean?
– Yo tenía una gran preocupación y la sigo teniendo de cómo hacer para tener mejores personas que lideren y coordinen actividades en las organizaciones. En ese sentido uno de los temas que veía era que había pocas mujeres, poca diversidad en los puestos de liderazgo. Y para que haya más mujeres tenemos que prepararnos. Otro tema es que veía distancia entre la universidad y la realidad de las compañías. Traté de empezar a unir espacios, armando programas que sean fácilmente implementables en las organizaciones y así surgió el primer programa que se llama “Mujeres en Decisión”, que no es más que gobernanza con perspectiva de género.
– ¿Notaste cambios en estos 12 años por parte de lo que piden o necesitan las empresas vinculado a este tema?
– Si, evoluciona. Quizás debería ir más rápido para mi gusto. Noto que las multinacionales tienen ya bajadas de línea y los obligan. Las nacionales van más lentas. Pero hay más conciencia. En algún momento tenía el temor que sea moda, pero veo más concientización y pasión en esto. Nos piden que vayamos a hacer talleres, no sólo por el tema de las mujeres sino por diversidad en general, las comunidades LGTBIQ, personas con discapacidad. Son cambios muy importantes.
– También trabajás sobre el liderazgo: ¿Qué es importante que tenga hoy un líder, sea hombre o mujer?
– Me gusta decir que es una persona que tiene la mente abierta y adaptativa, pero que es consciente de su influencia. Cuando uno habla sabe que puede contagiar a otros, cultivar una energía positiva es fundamental. Un líder contempla a todos los grupos de interés, un líder dialoga, escucha, genera redes. Un líder responsable empodera, desarrolla colaboradores, no se queda pensando que es el único irrepetible. Prepara sucesores. Un líder responsable rinde cuentas. Y por supuesto, un líder responsable entiende que la diversidad te enriquece.
– Cito parte de tu libro, “Pasión por hacer”, palabras de Walter Torchio, tu esposo: “Siento que la pone muy feliz la familia reunida y la soledad la pone triste. Tenemos gustos comunes, pero nos atrae la diferencia. Tiene un estilo de liderazgo basado en el diálogo. Es perseverante, tenaz, incansable, franca y siempre está en la búsqueda de nuevos desafíos”. ¿Qué te gusta de lo que hacés hoy en lo laboral? Eso que te inspira y motiva cada mañana.
– Estos días estoy escribiendo mi segundo libro, asique me motiva levantarme, repasar dónde estaba el día anterior, escribir, hablar con mis colaboradores que me ayudan a ponerle foco. Me gusta sentarme con alguien, me gusta trabajar con otras personas como dice Walter, alguien que me ayude a pensar. Me gusta levantarme y sentir que no tengo una obligación, tengo organizaciones en las que puedo delegar, pero siento que si voy y pregunto algo, y me meto en un tema puedo sumar y agregar valor. Yo digo que soy la asistente (se ríe). Tener libertad para poder visitar a mis viejos que viven al lado de casa, poder descansar más.
FUERA DEL SURCO
Hay alguna actividad por fuera de lo laboral que te resetee, que te despeje…
– A mi me encanta salir a caminar con amigas por la ciudad, ver las nuevas construcciones… y después bailar.
– ¿Qué música te gusta escuchar? De chica, en el libro dice que te gustaban las letras de canciones de “Palito” Ortega. ¿Qué escuchás hoy?
– Me divierte mucho la letra y sigo con “Viva la vida”, “La felicidad”. No soy muy sofisticada, pero me encanta “Palito”, me gustaba antes y hoy también.
– Series, películas y/o libros…
– No leo ficción, sólo leo artículos que tienen que ver con las cosas de la vida, lo que hago, el management, no soy gran lectora. A veces siento que me falta la habilidad de poder concentrarme 30 minutos o una hora en un libro… Tanto que ir a un club de lectura, leer con otros (se ríe). Pero también tengo que dejarme esos espacios para hacer esto, es un tema que estoy trabajando.
– ¿Algún lugar del mundo que te gustaría conocer?
Nunca conocí Israel y había decidido ir en marzo, este año, a festejar mi cumpleaños allá. Ahora con el tema de la guerra es imposible. Me queda pendiente eso.
Si pudieses viajar en el tiempo, a cualquier lugar y momento, ¿dónde irías?
– Me gustó un vieje que hicimos cuando era chica, creo 17 años, que hicimos con mis padres y hermanos, a Sudáfrica. Muy lindo. Y después, uno más reciente, con mi familia, a Qatar para el mundial. Hermoso. Fueron dos viajes emblemáticos.
– ¿Una mujer en tu vida?
– Voy a volver a llorar… Mi mamá, que está pasando un momento malo, con una enfermedad, y lo sufro tremendamente. Es una mujer muy inspiradora, con inteligencia emocional, me marcó mucho con sus cosas muy positivas y sus desafíos. Es una mujer que no tuvo independencia económica, pero que nos educó con tanto cariño, con tanta importancia al diálogo, la comunicación… mi mamá cocinaba, nos daba cariño cada mañana.
– Como cierre te pido una frase de cabecera o un dicho, algo que te guste y por qué. Yo tomo una prestada también de tu libro. “La vida consiste no en tener buenas cartas sino en jugar bien las que uno tiene”, es de Josh Bilings.
– Esa frase está inspirada en Agus y su historia, mi hija. Tenemos que aprender a vivir con lo que nos toca. A vivir la vida. Obvio también mis otros hijos, mi segunda hija me dio un nieto que amamos, es hermoso ser abuela, y después los mellizos. Tengo mucho amor en ellos. Y a ellos les escribo una carta en mi próximo libro y les pido que sigan dialogando, hablando: “Nadie es tan empático como para adivinar qué le pasa al otro”. Hablar y explicar hace más fácil todo.
– Hay que saber escuchar lo que le pasa al otro…
– Si, totalmente. Tenemos que aprender mucho. Hay que aprender a escuchar más.
MUJERES EN CAMPAÑA
“ELLAS” es una serie de podcasts realizados por Infocampo con mujeres de campo que inspiran por su historia emprendedora, y que cuenta con el acompañamiento de “Mujeres en Campaña”, una iniciativa de New Holland Agriculture que ya tiene un camino recorrido y embajadoras de distintos lugares del país.
La Iniciativa Mujeres en Campaña (MEC) surgió cuando comenzamos a notar que existen muchas mujeres involucradas en el campo con grandes capacidades y que todas teníamos algo en común: la necesidad de compartir experiencias vinculadas al campo y al trabajo rural, nuestro principal objetivo es visibilizar el rol de la mujer rural en cualquiera de sus tareas sea como cliente o como una referente para el sector”, señaló Natalia Álvarez, referente de Marketing New Holland Argentina.
Desde “Mujeres en Campaña” desarrollaron el concepto de “embajadoras” que permite conocer un poco más de cada una en su rubro y, a su vez, difundir cómo trabajan y cómo se sienten.
El objetivo de este maridaje entre ELLAS y Mujeres en Campaña es llegar a mujeres de distintas edades y distintas zonas geográficas. “Nos enorgullece cuando un padre nos comenta que le recomendó a su hija inscribirse en nuestra plataforma para capacitarse y realizar algún curso de los que ofrecemos”, agregó Álvarez.
Desde la plataforma de MEC, se puede acceder a capacitaciones, foros, talleres, entrevistas y contenido de interés, además, cuenta con una Feria de Emprendedoras para dar a conocer los proyectos que lideran las seguidoras.