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Peleaba el puesto de arquero con Javier Milei en San Lorenzo y cuenta el lado B del presidente: del apodo desconocido al mensaje que le mandó en plena campaña

Martin Ortiz y Javier Milei arqueros
Martín Ortiz, con buzo de arquero, y Javier Milei, su competidor en la valla en las Inferiores del Cuervo

Corría el año 1987 cuando un adolescente de 16 años se presentó en Ciudad Deportiva con el sueño de ser arquero profesional. Acompañado por sus padres, Javier Gerardo Milei llegó con un buzo rojo y de mangas azules, de la marca de las tres tiras, con la ilusión a flor de piel de sumarse a las Divisiones Inferiores de San Lorenzo. Se probó en la Quinta División, pero no quedó fichado para jugar torneos de AFA, sino que integró un selectivo paralelo llamado “Los Forzosos de Almagro”, dirigido por Roberto Betinotti.

“Compartía entrenamientos con nosotros. No le faltaba condiciones, pero era bajo de estatura y no llegaba a un metro 75. No tenía porte de arquero, y encima en esa división estaba yo que era el titular”, rememora Martín Ortiz, que además de ser el capitán, compitió en el puesto con él bajo los tres palos.

Milei formó parte de “La 70″ del Ciclón, la misma categoría de Juan José Cardinal, Gustavo Tempone y Osvaldo Ozzán, y a la que se sumaría también Juan Carlos Docabo, hoy entrenador de arqueros del plantel comandado por Ruben Insua. “No lo fichan porque el equipo titular estaba integrado por chicos que llevaban años en el club. En el tiempo que llevó en San Lorenzo, nunca estuvo dentro de los líderes del vestuario”, agrega el hombre de 60 años.

Puertas para adentro, en camerinos, a Milei le costó encontrar su lugar. A pesar de que tuvo la intención de integrarse al grupo, en las divisiones juveniles suele pagarse derecho de piso. “No le pasábamos cabida, pero no por ser hijos de puta o algo en especial, sino porque era un grupo aparte. Javier quería incorporarse. pero como no lo ficharon, lo mirábamos de reojo”, revela Chúcaro Ortiz, conocido popularmente de esta manera en el equipo de Los 70.

En el club de Boedo, el líder de La Libertad Avanza estuvo un año y medio, y se ganó dos apodos. El Pocho Bettinotti lo definió como “El Loco del Arco” y sus compañeros le decían “Rambo”. “Estaba de moda en ese momento y Javier llegaba cantando esa canción, se comparaba con Rambo”, cuenta el ex guardavalla en diálogo con Infobae, mientras se toma un descanso en la peluquería que atiende en José Bonifacio 168, en pleno corazón de Caballito.

Hace tres años, Chúcaro Ortiz recibió un audio del hoy presidente de la Nación, saludándolo y recordando el paso por Boedo. E inmediatamente, Ortiz lo invitó a sumarse al grupo de WhatsApp de los muchachos de “La 70″ azulgrana. “Hablé con él y le dije que teníamos un grupo de WhatsApp. Le pregunté si quería sumarse y me dijo que sí, pero que no era muy afín a participar. Lo sumé, pero a los dos meses se fue”, relata su ex compañero.

Martin Ortiz con un cliente cortando el pelo en su peluqueria
Ortiz y Osvaldo Ozzán, ex jugador de Primera División en el CASLA

– ¿Qué es de tu vida, Martín?

– Tengo mi peluquería, donde vienen ex futbolistas como Osvaldo Ozzán, Roberto Oste y Fabián García, ayudantes de campo de Ruben Darío Insua; Mariano Lisanti, que está trabajando con Frank Darío Kudelka. Todos ex compañeros en San Lorenzo de Almagro.

– Falta que vaya el Gallego Insua y cartón lleno..

– Es raro Ruben, esa cabellera rubia es difícil de cortar. Le dijimos, pero todavía no apareció (risas).

– ¿Cómo fueron tus inicios en el fútbol?

– Hice todas las Divisiones Inferiores en San Lorenzo de Almagro hasta la Tercera. A los 14 años, sufrí la rotura de ligamentos cruzados de una de mis rodillas jugando en Novena. Estuve dos años parado y volví a jugar. Luego, me fui a Nueva Chicago, donde no pude debutar en Primera.

– ¿Durante tu etapa en el Ciclón conociste al Presidente de la Nación, Javier Milei?

– Sí, en 1987, en Quinta División. Él no estuvo fichado en AFA, ya que se fue a probar y no quedó. Pero sí integró un equipo paralelo que manejó Rodolfo Pocho Bettinotti. Ahí estaba Osvaldo Díez, coordinador de las Divisiones Inferiores, que armó un selectivo paralelo. Entonces, para que no estén dando vueltas o si en el momento por ahí andaban bien, pegaban el salto y lo fichaban en AFA. Pero bueno, armaban eso y jugaban un campeonato aparte que terminaron ganando, tras vencer a Huracán.

– ¿Es cierto que Milei entrenaba igualmente con ustedes?

– Sí, se entrenó y se cambiaba con el equipo de AFA pero no integró el grupo de 25, aunque sí compartimos vestuario y entrenamientos, y algún que otro enfrentamiento entre ambos equipos. Estuvo un año y medio en el club y después se fue a Chacarita. Las pruebas se llevaron a cabo en la Ciudad Deportiva, en el Bajo Flores.

– ¿Cómo eran esas charlas de vestuario con él?

– Eran difíciles, porque el grupo de vestuario no es fácil; había halcones y las palomas. Él estaba del lado de las palomas, de los que no jugaban en AFA. Después, dentro de esos grupos había chicos que tenían más afinidad con unos que con otros. A Javier, al no estar fichado, no se le daba mucha cabida. Pero no porque fuéramos hijos de puta o algo en especial, sino porque era un grupo aparte por la condición de cada equipo. Javier se quería incorporar a nuestro grupo, pero no le pasábamos cabida, lo mirábamos de reojo.

– ¿Lo dejaban de lado?

– Nosotros jugábamos los sábados y como él no venía, había una distancia entre los que éramos de AFA y los que integraban el selectivo. Entonces, lo dejábamos un poco de lado y lo mirábamos de costado, más allá de qué se quería sumar a nuestro equipo. Era un compañerismo general, pero uno tenía más afinidad con los pibes que compartíamos el día a día y estábamos fichados.

– ¿Por qué no quedó fichado en AFA?

– No le faltaban condiciones, pero era bajo de estatura, no tenía porte de arquero, y encima en su misma división estaba yo y competíamos por el puesto. Él se quería pegar a los arqueros, especialmente a mí, sabiendo que era el capitán y titular. Ya era vivo a esa edad, sabía con quién juntarse, pero era un loco bárbaro, un loco de nacimiento.

– ¿Cómo lo demostraba?

– Siempre quería hacer algo más de lo que le indicaba el entrenador. O hacia todo acelerado, era medio torpe también. Cuando atajaba una pelota, gritaba como un desaforado; se autoarengaba. Siempre quería sobresalir del resto. Eso estaba latente, así fue en todo momento.

– ¿Quería ser el centro de atención?

– Sí, todo el tiempo. Nosotros lo mirábamos y decíamos: “¿Qué le pasa a este pibe?”. Porque, más allá de que uno se entrena y compite para llegar al máximo, si el profesor te manda a hacer dos vueltas, si podés robar un poquito lo hacés. De esta manera, si te piden hacer 100 abdominales, hacés 90. Pero él hacía 120, y te lo quería demostrar.

– ¿De qué manera?

– Te miraba desafiante (risas), y hacía todo rápido para demostrarte que podía hacerlo más que vos. No compartimos muchos entrenamientos, pero lo poco que compartimos, era así. Le gustaba ser observado y mirado. No le daban las condiciones para atajar, ya que tenía un porte bajo, no sé si llegaba al metro 75. Era volador, contaba con muy buena base de piernas. Pero por más que las piernas le den, si no tenés buena altura, como mínimo 190 centímetros, no te da para ser arquero profesional.

– ¿Era volador de palo a palo?

– No, el único que volaba de palo a palo era el Pato Fillol. Javier tenía fuerzas en las piernas. La genética lo ayudaba, pero su altura no para el fútbol profesional.

– ¿Qué apodo le pusieron?

– Rambo. Porque estaba de moda en ese momento y Javier llegaba cantando esa canción; se quería parecer a Rambo. No se ponía la vincha, pero andaba con un buzo rojo que traía, porque en San Lorenzo no le daban ropa.

– ¿Quién lo llevaba a los entrenamientos y a los partidos?

– Creo que iba solo. Nunca vi a sus padres ni a su hermana. Por lo menos, no recuerdo haberlos vistos. Cada vez que me lo cruzaba estaba solo. Capaz que iba al padre, lo dejaba en la puerta y se iba. Igualmente, casi todos llegábamos solos. Nunca le pregunté de qué cuadro era.

– ¿Era de pelearse con sus compañeros o rivales?

– No de pelearse, pero sí le gustaba sobresalir del grupo. Se autoarengaba. Quería siempre demostrar para pertenecer al grupo, pero no le dimos cabida, no se lo miraba con atención porque era un loco, ni sabíamos el destino de este muchacho (risas). Era uno más, que se fue a probar y estaba ahí, pero los vestuarios no son fáciles. Lo mirábamos y nada más. Mucho no hablaba, pero se identificaba con Rambo, le gustaba ser él. Era eufórico y futbolero. Le gusta mucho el fútbol. Quería sobresalir constantemente.

– Vos que sos peluquero, ¿qué tipo de pelo tenía Javier en su momento?

– Una cabellera muy tupida, rubia tupida. Se daba con la parafina. Con los años, el pelo se va oscureciendo, pero era mucho más rubio de lo que es ahora.

– ¿Por qué se fue de San Lorenzo?

– Porque le dijeron que no iba a ser tenido en cuenta en AFA. Se cansó y buscó otro destino. Regresó a Chacarita Juniors. Sé que antes de irse de San Lorenzo se coronó campeón con el equipo selectivo frente a Huracán en la cancha de Defensores de Belgrano. Pero yo no integré ese equipo porque ya estaba en AFA.

– ¿Luego de San Lorenzo, seguiste teniendo relación con él?

– Un día, el colega Sergio Chiarito, que es cliente mío, me mandó un audio que grabó Javier para mí, saludándome y acordándose de mí. Fue el audio del reencuentro después de tantos años. A mí me dicen “Chúcaro” y Javier se acordaba muy bien de mí. Se puso contento: “Que haces Chúcaro tanto tiempo, me alegro de conocerte”. Luego, me pasaron su número de teléfono y un día lo llamé. Él recién estaba metiéndose en los medios de comunicación, me atendió y le pregunté si quería integrar el grupo de WhatsApp de La 70.

Martin Ortiz y Osvaldo Ozzan, en la peluqueria
Ortiz, en acción, en el trabajo al que se dedicó tras alejarse del fútbol

– ¿Qué te respondió?

– Me dijo que “sí, pero no soy muy afín a participar en los grupos de WhatsApp. Pero encantado”. Entonces, lo metimos. Fue cuando recién empezaba a ser conocido.

– ¿Cuánto duró en el grupo?

– Dos meses. ¿Qué pasó? Hay chicos que son picantes cuando hablan de política. Entonces, empezaron a ningunear un poco y se fue solo. Estos chicos son muy kirchneristas y mandaban de todo. Javier no se la bancó, respondió un par de veces, hasta que se cansó y se borró. De entrada, respondió dos o tres mensajes, a los más conocidos del grupo, y luego ya no ponía nada hasta que se fue.

– ¿Cómo eran esas charlas en el grupo que hicieron enojar a Milei?

– Un antikirchnerista ponía algo, otro kirchnerista le refutaba, Javier no opinaba y solo leía. Pero un día se cansó de las discusiones y los comentarios, y se borró. El grupo se fue politizando mucho y se ve que no le gustaba mucho.

– ¿Le propusiste alguna vez que vaya a tu peluquería para cortarle el pelo?

– Sí, una vez le mandé un mensaje a través de un amigo de ambos. Lo invité a la peluquería para que le corte el pelo, me dijo que iba a venir, pero hasta ahora no apareció. Ahora ya lo veo complicado (risas) porque debe tener su propio peluquero. En su momento, tengo entendido que le cortaba el pelo Lilia Lemoine.

– ¿Le volviste a escribir?

– Sí. Cuando fue electo Presidente de la Nación, le mandé un par de audios pero jamás me contestó (risas). No me tiene como contacto en su agenda.

– ¿Te sorprendió que un joven que conociste en otro ámbito se haya convertido en el Presidente de la Nación?

– Sí, totalmente. Pero es por lo que pasó durante tantos años en la Argentina. No es virtud de él, sino de errores propios de la política argentina.

Fuente: InfoBae

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